Difícil de imaginar por quienes nos habíamos reunido aquel año de 1992 en la ciudad de México para formalizar el número 0 de Archipiélago. Revista Cultural de Nuestra América. En agosto de ese año lo presentamos en La Habana, en Casa de las Américas, y en octubre en La Paz, Bolivia, en el Museo de Etnografía y Folklore. Tres años después, en mayo de 1995, presentamos el número 1 en la Casa Lamm de la ciudad de México, y desde entonces la revista no ha cesado de publicarse con regularidad. Este número 117 corresponde al 30 Aniversario. Los recuerdos…

“Esta es mi primera colaboración”, nos dijo Leopoldo Zea, extendiéndonos el manuscrito que había sacado de un cajón de su escritorio. “A ver qué les parece. Es el prólogo que me pidieron para la edición polaca de La raza cósmica, que va a publicar próximamente el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Varsovia, en el que reflexiono sobre el concepto de América Latina que Vasconcelos postula en su ensayo. Creo que quedará bien en su revista.”

El doctor Leopoldo Zea, distinguido investigador y profesor universitario, promotor de la integración cultural de Nuestra América, se sumaba así al conjunto de intelectuales que estábamos convocando en torno a tal idea. Esa colaboración suya, que publicamos en el número 1 de la revista, estaba centrada en la obra clásica del filósofo mexicano José Vasconcelos, declarado por Germán Arciniegas y los estudiantes latinoamericanos reunidos en Colombia “Maestro de las Américas”. Nos permitimos reproducir a continuación unos párrafos de dicha colaboración:

“En la América española ya no repetirá la Naturaleza uno de sus ensayos parciales, ya no será la raza de un solo color, de rasgos particulares, la que esta vez salga de la olvidada Atlántida; no será la futura ni una quinta ni una sexta raza, destinada a prevalecer sobre sus antecesoras; lo que de allí va a salir es la raza definitiva, la raza síntesis o raza integral, hecha con el genio y la sangre de todos los pueblos y, por lo mismo, más capaz de verdadera fraternidad y de visión realmente universal.” En estas palabras, José Vasconcelos resume el contenido de su ensayo titulado La raza cósmica, publicado en 1925. Tesis que en nuestros días alcanza renovado interés en un mundo en el que los problemas raciales y culturales, teñidos de falso nacionalismo, están originando reacciones negativas, xenofobia, racismos y fundamentalismos. Problemas que tendrían solución en el reconocimiento de lo humano expresado en la diversidad de razas y culturas que, al encontrarse e integrarse, forman esa raza como cultura de la que habla Vasconcelos.

José Vasconcelos encuentra su fuente de inspiración en la obra del Libertador Simón Bolívar. Vasconcelos recoge en su obra y acción los sueños del Libertador por excelencia, los del hombre que ya veía en la mestización de razas y culturas que el dominio ibero originó en la América, la posibilidad de una nación de naciones. Allí están las palabras de Bolívar: “Somos un pequeño género humano, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque en cierto modo, viejo en los usos de la sociedad civil”. (…) Vasconcelos ve en este “pequeño género humano” el grandioso crisol de donde podrá surgir la raza de razas y la cultura de culturas. Y de allí también la posibilidad de que habló Bolívar: “De una nación cubriendo el universo”. El escudo de la Universidad Nacional Autónoma de México, diseñado por Vasconcelos, tiene en su centro el perfil de la América Latina y en su torno el lema: “Por mi raza hablará el espíritu”.

Decía José Martí en su célebre ensayo Nuestra América: “El problema de la independencia no era el cambio de forma, sino el cambio de espíritu. Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.” Martí, Bolívar, Vasconcelos, Zea… Con ellos estamos en Archipiélago, desde hace 30 años. La memoria…