Este año 2019 es significativo en nuestra historia por el aniversario que cumplen tres ciudades emblemáticas de Nuestra América: Veracruz, La Habana y Panamá, triángulo esencial de la puerta de entrada del colonialismo europeo a este continente: el Gran Caribe. Hace 500 años justamente que fueron fundadas, acontecimiento del cual nos ocupamos en esta edición de la revista. 

El tema nos interesa en particular porque asumimos la hipótesis de que no ha existido en dicha región una identidad cultural bien definida, una “identidad caribeña”, debido fundamentalmente a su carácter pluriétnico y pluricultural, producto de las corrientes migratorias que la conformaron desde sus orígenes y del legado de las diferentes potencias europeas que la colonizaron. Se mezclan aquí en un coctel explosivo los pueblos originarios –chibchas, taínos, siboneyes, arauacos-caribes, mayas, huastecos, totonacas…–, los colonizadores europeos –españoles, holandeses, franceses, ingleses, daneses, suecos, portugueses–, los esclavos africanos de diversas etnias –bantú, yorubá, akán, kongo…– y los nativos del lejano Oriente –chinos, hindúes, javaneses…– trasplantados a estas tierras como fuerza de trabajo en el transcurso del tiempo. El sincretismo resultante es por demás sugestivo y se expresará de múltiples maneras en la cultura ambiental del Mediterráneo americano, adquiriendo en Veracruz, La Habana y Panamá matices peculiares. Esa es su identidad.