El archipiélago latinoamericano y caribeño, desde sus orígenes, ha estado expuesto siempre a tiempos tormentosos. La historia es puntual en ese sentido. Borrascas en lo político, en lo social, en lo cultural y desde luego, en lo ambiental. El haber sido colonizado por las potencias europeas en los albores del siglo XVI, cuando el modo de producción capitalista despuntaba, aceleró ese acontecer. El apropiarse de las materias primas, de las riquezas naturales que se encontraban en estas tierras, era el objetivo, así como el someter a sus pobladores originarios y obligarlos a trabajar como mano de obra esclava. El oro y la plata del Perú y México, el oro blanco –el azúcar–, las bananas, el cacao y el café del Caribe, nutrieron las arcas de los países europeos e impulsaron el desarrollo del capitalismo a lo largo de los siglos, que por lo demás se fue extendiendo aceleradamente al mundo entero, en su fase imperialista. (Estados Unidos se incorporó a los poderosos a fines del siglo XVIII y muy pronto pintó su raya. La Doctrina Monroe, sintetizada en la frase América para los americanos, fue promulgada por el presidente James Monroe en 1823.) De ahí surgirían los conceptos de colonización y neo-colonización, desarrollo y subdesarrollo, países ricos y países pobres, Primer Mundo y Tercer Mundo. La consecuente concentración de la riqueza en unas pocas manos, las de los dueños del capital, fue elevada a su máximo nivel por el neoliberalismo, gestado en los años 70 y 80 del pasado siglo por los Chicago Boys, Margaret Thatcher y Ronald Reagan, el cual sobrellevamos todavía en estos tiempos difíciles… y tormentosos. La desigualdad social generada es por lo demás relevante. “El mundo unipolar se ha convertido en un mundo polarizado”, nos dice el filósofo costarricense Arnoldo Mora en el artículo que le publicamos en esta edición. 

Venezuela está nuevamente en el ojo del huracán. La oposición ha vuelto a desatar un acoso violento y desmedido contra el gobierno y el pueblo bolivarianos, con el apoyo beligerante de Estados Unidos y su presidente Donald Trump, al que se han sumado numerosos países latinoamericanos y europeos, así como organizaciones multinacionales, la OEA y el Grupo de Lima entre otras. La estrategia golpista despliega una intensa campaña mediática tergiversada a nivel nacional e internacional, con el fin de convencer a la mayor cantidad de gente de la validez de sus reclamos y sus postulados, incluido el nombramiento de un presidente “encargado” miembro de la oposición. La cosa no es nueva. Malcolm X, el activista estadounidense defensor de los derechos humanos de los afroamericanos en los años 60, lo dijo en una célebre frase: “Si no están prevenidos ante los Medios de Comunicación, les harán amar al opresor y odiar al oprimido.” Venezuela es el país con mayores reservas de petróleo del mundo y abundante gas, oro, bauxita y agua, entre otras riquezas naturales. Eso lo dice todo. ¿Volvemos al siglo XVI? Habría que preguntarle a Trump y sus acólitos. 

“Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”, nos dijo José Martí. En esta edición de Archipiélago publicamos la postura del Gobierno de México ante esa lamentable situación del país hermano. Queda explícito que México promueve firmemente el diálogo con todas las partes involucradas para encontrar la paz y la reconciliación, y rechaza cualquier iniciativa que pretenda dar cabida a medidas que lo obstaculicen. Cabe señalar que la autodeterminación de los pueblos y la no intervención son principios constitucionales que han regido la política exterior de México a lo largo del tiempo. Las palabras de Benito Juárez, enunciadas en 1867, vuelven a estar presentes: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Defender a Venezuela es vital para concretar la utopía bolivariana de la integración y la unidad de Nuestra América, objetivo en el que Archipiélago está comprometido desde sus inicios. El poeta uruguayo-mexicano y querido amigo Saúl Ibargoyen, cofundador de este proyecto cultural y miembro de su concepto editorial, quien partió precisamente al lugar de la utopía hace unos días, estaría totalmente de acuerdo. Descanse en paz. Su memoria estará siempre con nosotros.